
El Alzhéimer es una enfermedad neurodegenerativa progresiva e irreversible caracterizada por el deterioro cognitivo y los trastornos conductuales.
Su descubrimiento llegó hace poco más de un siglo, cuando en 1906 Alois Alzheimer describió por primera vez la patología que más tarde llevaría su nombre. Más de cien años después todavía se lucha contra el estigma asociado a la demencia y se siguen organizando campañas con el fin de conseguir mejores servicios y tratamientos para los pacientes y sus cuidadores.
La demencia y el Alzheimer
La demencia no es una enfermedad específica. Es un término general que describe una amplia variedad de síntomas relacionados con el deterioro de la memoria u otras capacidades de razonamiento, que es lo suficientemente grave como para reducir la capacidad de una persona para realizar las actividades cotidianas.
La enfermedad de Alzheimer representa entre el 60% y el 80% de los casos.
La demencia vascular, que ocurre luego de un accidente cerebrovascular, es el segundo tipo de demencia más común. Sin embargo, existen muchas otras condiciones que pueden provocar síntomas de demencia, entre ellas algunas reversibles, como los problemas de tiroides y deficiencias de vitaminas.
La demencia a menudo es llamada incorrectamente "senilidad" o "demencia senil", lo que refleja la creencia antiguamente extendida pero incorrecta de que un deterioro mental grave es una parte normal del envejecimiento.
En la actualidad hay más de 46 millones de personas afectadas con Alzheimer en el mundo, diagnosticándose cada tres segundos un nuevo caso de demencia. Si no se encuentra una cura efectiva, en el año 2050 el número de casos se habrá triplicado, según los expertos.
Cuidados y consecuencias
La enfermedad de Alzheimer exige la supervisión y el cuidado diario del paciente. Esta tarea generalmente recae en familiares, principalmente cónyuges o hijos, que asumen el rol de cuidadores.
Es a partir de aquí que la vida del cuidador cambia como consecuencia de la demanda de adaptación requerida, convirtiéndose en una experiencia prolongada que exige reorganizar la vida familiar, laboral y social en función de las consecuencias derivadas de la enfermedad.
Gran parte de los cuidadores de personas con demencia sufren una significativa sobrecarga física, psicológica y emocional, especialmente cuando no se encuentran con los apoyos (familiares, económicos o institucionales) que les permitan desarrollar la labor de cuidado en unas condiciones favorables que permitan cuidar y cuidarse.
Debido al stress provocado por ésta tarea, dichos cuidadores pueden llegar a desarrollar un cuadro intenso conocido como ‘Burn-Out’ o Síndrome del Cuidador Quemado, que requiere, para su recuperación, un tratamiento especial con terapia y/o fármacos.
Más información sobre síntomas del Síndrome de Cuidador Quemado
Agradecemos el aporte de Carlos Rocchietti para ésta nota.