Humor de viernes - Un furioso día

“Un furioso día”
Ayer me sentí Michel Douglas. Por supuesto que no hubo ninguna rubia debilidad persiguiendo mis pasos, haciendo que mis “bajos instintos” salieran a flote, no. Nada de eso.

Tampoco tuve ninguna “Atracción fatal” con nadie, aunque ganas no me faltaban de crear alguna fatalidad a alguno de los participantes de éste día. Le explico Vecina, ya que veo que me ta mirando con cara un tanto entre rara y asustada. Será que nunca me vio despeinado de la calentura.

Ayer me sentí el “Miguel Duglas”, en su film “Un día de furia”, thriller psicológico de la década del 90, el cual el loco se calienta por cuestiones del día a día y agarra a piñazo a todo el que ande en la vuelta. Paso a explicar mi día, el cual empieza, con el dolor lumbar que ya especifiqué en columnas pasadas, tratando de levantarme del colchón.

Cabe aclarar que, producto del jolgorio cumbístico de los ñeris de al lado, dormí pocón la noche anterior, así que mi día arrancó cansadito, ya de pique. Adolorido de las lumbares, despertose el Peladito, antes de la alarma, como de costumbre, con lagañas, transito el camino que va del cuarto al baño, con ojos entrecerrados, y el primer aviso de mi día, me lo dio la gata chica y su materia fecal en medio del pasillo, la cual entibió mi planta del pie derecho, diga que justo iba pal baño, la susodicha felina terminó encerrada en el cuarto del gurí, con la nariz embetunada de su propia materia.

Vale aclarar, que, como todo día malo que se precie de tal, el clima era espantoso; llovizna fría de esa que moja y jode; vientos “argachados” que no sé cuales son, pero suenan feos; intercambio e intercalaciones de frío calor calor frío, etc. Salgo de las casas rumbo al laburo, me doy cuenta que tengo el zapato, en la base del dedo gordo del pie izquierdo, un agujerito, por el cual se cuela aguita de lluvia, como pa mantener el frescor en dicho pie.

Trabajé descalzo todo el día. Nadie se dio cuenta. Cuando culminé mi jornada laboral, salí raudo y veloz a buscar el auto para poder partir rumbo a la “selva de cemento” capitalina. Lluvia de frente, pero con resplandor, reflejo... Obvio me olvidé de los lentes de sol en casa. Manejé, por supuesto, con los ojitos entrecerrados, como me levanté. Demás está decir que fui a 60km/h todo el camino, producto de la gran cantidad de camiones que transitaban por dicha ruta. 25 kilómetros detrás de un camión de ganado... el aroma todavía lo tengo en la nariz. Llego al peaje, en otra oportunidad me hubiera quizá, asombrado, pero viendo el día como venía, no me sorprendí tanto de que haya subido el precio del boleto.

Y mientras pagaba el mismo, 3 camiones, que antes había rebasado, que me pasan a mí, gracias al bendito telepeaje. Llego a la capital, gente como loca pa arriba y pa abajo, a toda velocidad, “garroneando” espacios, con cara de pocos amigos; siempre atentos mis amigos taxistas y choferes de omnibus, hermosos ellos. Un caos. Cruzo toda la ciudad, llego a destino, 15 minutos buscando un lugar para estacionar, logro conseguir algo parecido. Bajo, hago el trámite para el cual fui, el cual me costó más de lo que me habían dicho; apenas bajo, piso una baldosa floja, salta un “chijete” de agua barrosa, que cae en mi pantalón.

Levanto a mi niña y la saco a pasear a la plaza, 5 minutos, ya que taba lloviznando, cuando vuelvo a buscar el auto... Desaparecido. Doña grúa hizo su trabajo. Yo: “Vamos a buscar el auto que se lo llevó la grúa”; Piti: “No vamos a ir al Cine?”. Punzada en el alma. Taxi pa cruzar hacia la otra punta de la ciudad, el cual pincha la rueda. Mi boca expedía insultos a diestra y siniestra, los cuales eran absorbidos por mi pequeña niña, y después utilizados en el jardín, ergo, más tarde va a venir una cartita a mi nombre, más una reprimenda de la madre. Llego, hago el trámite, el cual demora como toda burocracia uruguaya, pagando ticket´s, giros, multas varias por el cepo y vencimiento de la libreta... Sí, lo sé, mal yo. Saco el auto, y como dice un amigo: “las promesas hay que cumplirlas”, así que miré a mi niña y le dije: “Piti, vamos al cine”.

Llegamos tarde, la película ya había empezado, la fanta sin efervescencia y el pop, que tenía que ser dulce, taba salado y frío. La película, no era lo que yo esperaba, pero acorde con el día que taba viviendo. Cuando salí ya era hora de llevarla. Un “besito pedo”, un abrazo, y de vuelta al pueblo. Lluvia de frente, se me quema un foco, a 70 todo el camino, cansado, la ventana se me tranca y queda media abierta, o sea que me empapo igual. Un viaje de 1 hora 45 minutos, lo hice en 3.

A medianoche arribe a mi hogar, agotado, estresado y caliente. Grua y guinchado, $4900; multa por mal estacionamiento $1500; taxi $350; cine pop frío y fanta sin efervescencia $600; peajes $200; nafta $1000... ver disfrutar a mi hija algo tan simple como una película, al ladito de ella, verla sonreir y que le brillen los ojitos tras los lentes de 3D; escucharla decir que me ama y es nuestro pequeño secreto... No tiene precio. Pa todo lo demás, ni OCA ni el OXA B12 me salvó. Gracias viejo, una más y van...
Salú!!!